¿Te acuerdas?

"Salir al mundo es como caminar en medio de una guerra, pero a tu lado todo es más seguro porque encuentro paz"
 Andrés Cepeda.

A tí, que lees esto, te recomiendo que busques ya mismo esa canción llamada "día tras día" de Andrés Cepeda y la escuches para que puedas entender de una manera más sensorial, lo que trataré de decir con mis palabras más adelante, pero no soy Cortázar, no soy Bolaño, ni Ruben Darío; entonces quizá sea bueno que comiences por una gran canción.

Hoy tuve un día de arribas y abajos. Ahondando un poco en lo que significa, mi madrugada y mi jornada en general estuvo basada en estar acostada en el mueble de mi casa, en posición fetal, sollozando, pidiendo a gritos que alguien me dijese que era una broma de mal gusto, y que él, en cualquier momento llamara a mi móvil diciendo: Tonta, estoy abajo. ¿No bajas a abrirme?, como algunas veces ocurrió.

Luego me levanté y comencé a andar en círculos, con un repertorio de canciones, donde era una más devastante que la otra. Digamos que cuando se trata del dolor, a mi me gusta que me duela bastante. Y cuando se trata de gozo, pues me gusta que guste mucho más.

Hoy me acurruqué pensando en él, pero también me pillé par de veces bailando en el medio de la sala, abrazándome a mi misma, sintiéndolo tan cerca, que juro que la realidad y la imaginación nunca estuvieron tan próximas. 

Entonces vino un monólogo del imaginario donde cerré mis ojos y pensé en esa primera vez que el amor llegó a mi casa.

      - No apagues la luz.
      - ¿Lo hacemos con la luz prendida?
      - No me importa.
      - Tus vecinos nos han visto. Ya se que no te importa. A mí tampoco.
      - ¿Me quieres arriba?
      - Yo estoy bastante bien, ¿y tú?
      - ¿Te está gustando?
      - A mi sí. ¿A ti?
      - A mi también.

Y en ese momento supe que pocas cosas me daban vergüenza a su lado.  Así como ahora no me da vergüenza ponerme de pie en el sofá, besar su foto, dar vueltas y creer que está viéndome, escuchar música a todo volumen y creer que está escuchándome, cantar con mi mejor voz de la mañana, vestirme pensando en que antes de salir por la puerta me va a decir ¡Guapa! con los ojos cerrados porque tiene tanto sueño que se quedará unos minutos mas enrollado en las sábanas. No me da vergüenza imaginarme con él. 

Desde entonces, cada momento es tan amarillo, tan brillante, que tengo ganas de más recuerdos y de hacerle preguntas de memoria.

      - Ese lunes de fútbol, que tomamos la ducha juntos, me dijiste que todavía faltaba la mejor parte. ¿Te acuerdas?



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