Estoy

Hoy es domingo. Treinta y uno de agosto de dos mil catorce. Cumple años mi papá. Él se llama Ramón pero todos le decimos Orlando. Hoy también es el día de San Ramón. Mi abuela siempre cuenta que puso su nombre a mi papá porque estuvo muy malita para tenerlo y supuestamente San Ramón le hizo el milagro. Quizás también metió la mano el Doctor José Gregorio Hernández (un santo muy conocido en Venezuela, por si alguien me lee y no es de mi país). A mi me parece que mi papá y cualquier niño que se llame Ramón, cuando está chiquito, debe ser llamado por otro nombre. Es como que tengas un mes de nacido y te llames Tulio. Ramón y Tulio no son nombres para niños cuando están chiquitos. Ya cuando crecen y son adultos, sospecho que va muy bien llamarles Don Tulio, Señor Ramón. Yo me llamo Sofía. Me pusieron ese nombre no porque nací el día de Santa Sofía, porque creo que ese día es el dieciocho de septiembre, sino que me llamaron así por mi abuela materna que se llama de la misma manera. Ella sí nació el día de su santa. Yo en cambio nací el veintinueve de agosto de mil novecientos ochenta y nueve; es decir, hace dos días pero veinticinco años atrás. Mi cumpleaños lo celebré con mucho vino esta vez. Puedo decir que todavía estoy pasando la resaca.

Estoy en la Rue de la Fontaine-Du-But, sentada en un banco fuera de la arepera venezolana que está en París. Hoy tuve ganas de comer arepas. Las arepas son esas tortillas de harina de maíz tierno que comemos nosotros en nuestro país, la cosa es así como una masa que se hornea, se fríe o se asa, tiene forma circular y cuando te la quieres comer tienes que abrirla por la mitad y meterle lo que quieras que lleve. Sirve hasta que le pongas nutella. Su sabor tan magro le permite que sea el hogar de muchos otros sabores. La cosa es que estoy aquí, el día del cumpleaños de mi papá, a quién todavía no he llamado porque como sabrán entre París y Venezuela hay seis horas y media de diferencia, por ende a mi parecer no está bien que a uno le llamen al teléfono tan temprano en su cumpleaños, que de paso cayó domingo. Dormir es una delicia. El se merece dormir hasta tarde, un rico desayuno, muchos regalos, sentirse querido. Me gustaría estar con él hoy pero estoy en una ciudad que le gusta mucho entonces asumo que debe estar feliz de que yo esté aquí en su cumpleaños y no en otra parte. Es decir, si no iba a estar con él para esta fecha, está bonito que me lo pase en su ciudad favorita. 

Muchas personas están en sus respectivas ciudades favoritas. Como es el caso de Pepe, el chico del que continúo enamorada y que conocí unos meses atrás. Él ahorita está en Roma. Tenía su viaje planeado hace mucho. Recuerdo que la segunda vez que lo vi, me dijo que se iba a Roma a finales de agosto. ¿Qué día? Le dije. Me respondió que el ventinueve. Yo le dije que ese día era mi cumpleaños. El me dijo que me llamaría. Hace dos días no me llamó. Me escribió pero no me llamó. Uno a veces dice que va a hacer muchas cosas pero no las termina haciendo. Por ejemplo, yo hace como un mes dije que me iba a olvidar de él, pero no lo he hecho y además creo que no lo voy a hacer. No lo quiero hacer. 

Contaba que estoy aquí porque cuando leí el nombre de la calle me acordé de la primera vez que averigüé la dirección de este lugar. Lo hice para traer a Pepe, justamente. Yo no tengo interés de pagar siete euros por una arepa que puedo hacer en mi casa y me queda igual o más deliciosa, pero en mi cabecita la idea de traerlo a un restaurant venezolano era una muy buena idea. Además que él tuvo o tiene amigos colombianos que le han hablado muy bien de Colombia entonces era mi momento para hablarle bien de Venezuela y mostrarle cosas bonitas. Yo de que cada vez que escuche, lea o pruebe cosas venezolanas, se va a acordar de mi. También estoy segura que no me lo va a decir, pero cuando yo veo, leo o pruebo cosas españolas siempre me acuerdo de él y no se lo digo. Es normal. No estamos juntos. Si estuviésemos juntos yo creo que tampoco se lo diría. 

La cosa es que nunca vinimos. Ese sábado que le dije que reservara para venir a comer conmigo aquí, el estuvo complicado recogiendo sus cosas para irse de París. Era importante para mi traerlo ese día. Era un cinco de julio. Para los que no sepan, ese día celebramos la independencia en Venezuela. Yo tenía una cosa preparada, ¿entienden?, había pensado en el momento, lugar y situación apropiada para darle una descarga venezolana antes de que se fuese a otros lugares de los que yo no me enteraré, o quizás si, porque a veces me cuenta que está haciendo. Yo en cambio no le cuento tanto. Me hago un poco la dura, por aquello que dicen de no ser tan predecible. La verdad a veces me gustaría contarle más cosas, como que por ejemplo en octubre iré al concierto de Vetusta Morla aquí en París, y seguramente cuando toquen Copenhague me voy a acordar de él. Pero en cambio nada de esto se lo digo. Me parece que no tiene mucha lógica. De hecho que me guste tanto no lleva mucha lógica. 

Frente a mi hay una paloma gris caminando. No me gustan mucho las palomas, me parece que son como ratas. Pero una vez, en Caracas, donde yo vivía, me pinté las uñas color paloma. Fue un domingo por cierto. Me las pintó María, nuestra amiga que además es manicurista. Siempre me pintaba las uñas de colores locos. Recuerdo que ése color especialmente era muy rato, como gris oscuro pero opaco. Le pusimos "gris paloma" pero la verdad pudo haberse llamado "gris rata". Porque las palomas son como ratas y además tiene un color muy parecido. Aquí en París hay muchas ratas. Cuando Pepe se reía sacando los dientes yo le decía ¿qué es esa risita de ratón que pones? Y el me decía "de rata", y luego yo le decía de vuelta: "de rata del Sena". Era nuestro juego. Teníamos muchos. 

Los domingos normalmente me pongo melodramática. A veces incluso no me peino. Es normal que yo no me peine pero digamos que los domingos literalmente como me levanto de la cama me quedo todo el día. Con respecto a mi cabello. Obviamente me lavo la cara y los dientes. También me baño. Me gusta mucho bañarme. Cuando lo hago normalmente pongo música. Últimamente mucho flamenco. Es que llegó tarde a mi vida entonces estoy conociendo muchos sonidos nuevos y bonitos. Me gusta mucho el flamenco. 

Sigo sentada en un banquito. Ya me van a entregar mis arepas. 

Así estoy. 

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