Echándote de menos

Esta noche pasó algo que no quería que sucediera, evidentemente no puedo contarlo en público, aunque mis amigas cercanas tienen información detallada.
Para que lo entiendas, estás lejos. Hoy te fuiste. Aunque hace ya días que te habías ido.

Me pregunté unas noventa y seis veces que podrías estar haciendo. Se me ocurrieron mil cosas. Te imaginé en una calle, con un par de cervezas vacías, largas tertulias, risas, tu gente, tu aire, recuerdos, pero recuerdos esquivos, como si la vida te presentase una nueva oportunidad sin lugares comunes. Sentí envidia si esta era la situación.

Luego pensé que estarías dando una caminada con alguna andaluza, de mirada árabe y flores en la cabeza. Que le da a las palmas con ese misterio rítmico del flamenco que yo jamás entenderé en mi clave de dos y de tres, regida por los colores y los sonidos de Latinoamérica. Esto también me dio envidia, porque me gusta caminar, y me comportaría, me alejaría de tu cuello, si eso te avergüenza, por una caminata nocturna contigo.

Después te imaginé en un bar, rodeado de gente que conoces, pero que al mismo tiempo no, y entre aquel panorama te vi indefenso, en una esquina, con todos tus encantos desbordados, y un montón de estímulos que se iban acercando a ti, diciéndote "venga, háblale un poco, que es guapa". Y sentí envidia, porque quisiera ser una extraña, a la que le preguntes qué hace esta noche, que hará mañana, cómo si de alguna manera te importase.

Esta noche me dieron ganas de extrañarte, porque ya entendí que te fuiste.

Traté de imaginarte echándome de menos, pero no hubo imagen nítida. No estás. 


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