Tuve ganas de vomitar


Era la hora del almuerzo en Miollis, pero yo había abierto mis ojos a las 10:30 de la mañana de ese miércoles. Esperé que fuesen las tres de la tarde para irme al comedor y almorzar, alcanzando precariamente unas costumbres que no son las mías, pero ya quisiera yo. 

Esa mañana había perdido dos cosas importantes, la primera, que puede parecer insignificante, es que perdí tiempo, y uno valioso porque sabía que mi reloj iba en cuenta regresiva. La segunda fue tranquilidad, y esta ya la vengo perdiendo hace unos 15 días pero ese miércoles, jugando con la lechuga, sin una gota de hambre, me di cuenta que la había perdido.

Sartre tuvo ganas de vomitar. Sartre sentía miedo. Sartre no sabía lo que venía en el futuro. Pero ¿quién lo sabe?. Yo solo tengo miedo, unos 25 euros en mi cartera, el cabello despeinado, y unos cuantos recuerdos de mi memoria a corto plazo que me dibujan lo que puede ser una relación perfecta. 

Hoy escribo enamorada. Con un libro que no quiero terminar porque me ha gustado más de lo que imaginaba. Con una sensación de llenita que no se acaba. Con los ojos hechos agua, y que estoy pensando en no ponerme más nunca mi máscara de ojos porque me la termino regando. 

Hoy escribo desde un sentimiento que amo y odio a la vez. Hoy escribo desde el vértigo. Ansiosa por saber el final de la historia y darme cuenta que no somos dos personajes de Bolaño, y sobretodo tener la certeza de que no se va a acabar en tres páginas y media. 

Comentarios

  1. Pasear por tu blog es una de mis cosas favoritas. Se siente extraño leerte cuando antes me enteraba de todo en vivo y directo con llamadas espontáneas en el mismo código de área o por conversaciones extensas de madrugada.. Pero me encanta igual, siento cada oración.

    Carla

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