5:30 pm.
La ciudad estaba un poco fría para la época. "Una ola de frío" era el nombre que le daban a la situación extemporánea. Mi cuerpo nunca ha entendido mucho esos términos, porque a juzgar por mi atuendo, la cosa parecía más un tsunami de frío. Yo titiritaba, no se si del susto, o porque estaba congelada literalmente; ventana abierta, cabello mojado porque recién me había dado una ducha, y un mensaje en mi celular, muy breve: "vamos al cine?". Punto y seguido.
La impuntualidad es mi talón de Aquiles. No hay frase que genere mayor estado de pánico en mi mente que la de "paso por ti en unos veinte, o treinta minutos". ¿Qué quiere decir eso? Así como tampoco entiendo los porcentajes, pero los uso. ¿Estás lista? ¡80%! respondo. Como haciéndole pensar a la otra persona que me falta ponerme los zapatos, cuando en verdad es que estoy mentalmente lista para salir pero fisicamente voy apenas escogiendo qué ropa usar. Así pintaba el panorama.
Ecuación simple: Me busca en veinte minutos, no me he vestido, vamos al cine, no se ni que están dando. ¡Estoy sobria!. Me pide que escoja la película. Yo reviso en internet. No entiendo qué cines nos quedan cerca. Me llega un segundo mensaje: sal, ya llegué. NO estoy lista, así que me voy sin suéter. Bajo corriendo. Tropiezo, escaleras desconocidas aún. Lo veo. Me dice: si necesitabas más tiempo pude haber venido más tarde. "Disculpa", es lo que respondo. "No seas gafa, ¿qué vamos a ver? ¿a dónde vamos", es lo que él responde. Con las manos sin lograr equilibrio saco mi teléfono y le digo que vi un cine que esta a unos kilómetros y que podemos ver una tragi comedia. "Vamos al que está cerca de mi casa", responde. ¡ok! dije. Y la música empezó a sonar más duro.
Ver de reojo es un arte. Sobretodo cuando uno anda como embobao'. En mi mente voy como viviendo un monólogo divertido y dramático, acompañado de la dinámica ridícula de mi ojo izquierdo con complejo de trapecista, que está haciendo el trabajo que mi cuello se rehusa a concretar. Y me digo a mi misma: ¡Que lindo ese pasamontañas!, ¿Cómo sabías que me gusta esta canción? ¡Cuidado, pon luz de cruce!, ¿Estamos yendo en el sentido correcto?, ¡Uy, esa canción pásala!, ¿Te han dicho que te ves divertido cantando y haciendo coreografías mientras conduces?. ¡Qué bolas que tu carro está ordenado, y huele bien!, ¿Habrás cenado?. Hasta que una voz me interrumpe: Entonces, ¿Qué hiciste hoy?. No mucho, respondo. (Además de esperar todo el día que llegara este justo momento. Contigo).
Continuará ...
La ciudad estaba un poco fría para la época. "Una ola de frío" era el nombre que le daban a la situación extemporánea. Mi cuerpo nunca ha entendido mucho esos términos, porque a juzgar por mi atuendo, la cosa parecía más un tsunami de frío. Yo titiritaba, no se si del susto, o porque estaba congelada literalmente; ventana abierta, cabello mojado porque recién me había dado una ducha, y un mensaje en mi celular, muy breve: "vamos al cine?". Punto y seguido.
La impuntualidad es mi talón de Aquiles. No hay frase que genere mayor estado de pánico en mi mente que la de "paso por ti en unos veinte, o treinta minutos". ¿Qué quiere decir eso? Así como tampoco entiendo los porcentajes, pero los uso. ¿Estás lista? ¡80%! respondo. Como haciéndole pensar a la otra persona que me falta ponerme los zapatos, cuando en verdad es que estoy mentalmente lista para salir pero fisicamente voy apenas escogiendo qué ropa usar. Así pintaba el panorama.
Ecuación simple: Me busca en veinte minutos, no me he vestido, vamos al cine, no se ni que están dando. ¡Estoy sobria!. Me pide que escoja la película. Yo reviso en internet. No entiendo qué cines nos quedan cerca. Me llega un segundo mensaje: sal, ya llegué. NO estoy lista, así que me voy sin suéter. Bajo corriendo. Tropiezo, escaleras desconocidas aún. Lo veo. Me dice: si necesitabas más tiempo pude haber venido más tarde. "Disculpa", es lo que respondo. "No seas gafa, ¿qué vamos a ver? ¿a dónde vamos", es lo que él responde. Con las manos sin lograr equilibrio saco mi teléfono y le digo que vi un cine que esta a unos kilómetros y que podemos ver una tragi comedia. "Vamos al que está cerca de mi casa", responde. ¡ok! dije. Y la música empezó a sonar más duro.
Ver de reojo es un arte. Sobretodo cuando uno anda como embobao'. En mi mente voy como viviendo un monólogo divertido y dramático, acompañado de la dinámica ridícula de mi ojo izquierdo con complejo de trapecista, que está haciendo el trabajo que mi cuello se rehusa a concretar. Y me digo a mi misma: ¡Que lindo ese pasamontañas!, ¿Cómo sabías que me gusta esta canción? ¡Cuidado, pon luz de cruce!, ¿Estamos yendo en el sentido correcto?, ¡Uy, esa canción pásala!, ¿Te han dicho que te ves divertido cantando y haciendo coreografías mientras conduces?. ¡Qué bolas que tu carro está ordenado, y huele bien!, ¿Habrás cenado?. Hasta que una voz me interrumpe: Entonces, ¿Qué hiciste hoy?. No mucho, respondo. (Además de esperar todo el día que llegara este justo momento. Contigo).
Continuará ...
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