Tarde retórica

Cuando estaba más pequeña, recuerdo que era al rededor de mis once años, hice mi primer viaje formal a los Estados Unidos. Había viajado antes, pero un par de veces y por menos de una semana. En esta oportunidad me fui por 21 días y la cosa era distinta. La pre producción del viaje, la compañía, estar sin familia, hacían que fuese algo en lo que me sentía acompañada y sola, pero contenta. Era algo distinto, y me gustaba.

Los primeros días estuvimos en una ciudad cerca de la playa. Ibamos seguido, aparte de las clases de ingles e ir de visita a uno que otro centro comercial, también estuvimos cerca de planes americanos que debo reconocer que me gustaron. Comer corn-dogs frente a un lago, ir a los everglades, pasear por un boulevard cerca de una playa llena de algas y tiburones en cierta temporada, eran cosas nuevas para mí.

Un día me quede sentada y el grupo de personas con quienes andaba se fue adelante. Unos eran mayores de edad y se fueron a una tienda de tatuajes. Otros, menores como yo, se quedaron viendo a algunas bandas que tocaban en los bares de la orilla. Yo me sente en una media pared y veía el cielo. Eran cerca de las ocho de la noche y el sol estaba intacto. No entendía. ¿Por qué no era de noche si ya iban a ser casi las 9?.

Nunca se me va a olvidar ese primer contacto con un mundo distinto. Entender un huso horario que no era el mío. Estar sola y sin nadie cercano con quien comentar los miedos. Mis primeras veces en muchas cosas y muy seguido. No tener en quién pensar. Ser niña. Jugar a ser adulta y hacerme cargo de mí. Tener buena actitud para sobrevivir a un grupo de gente que había pasado por esto muchas veces. Parecer cool. Ser espontánea.

Hoy tengo 23 años y las cosas no han cambiado demasiado.Sigo jugando a ser adulta, creyendo que todos tienen como bandera ser su mejor versión sin importar las consecuencias.

Para mí el sol brilla en las noches y los días son para soñar. Menuda sensación esta de ser tan diferente a lo que camina a tu lado.

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