Esta es una historia, muy breve, de cómo las cosas terminan,
cuando terminan.
Uno sabe que madura cuando ya no busca tantos culpables a
las cosas. Es infantil que la consecuencia de un hecho sea decir: es que tu
hiciste esto, entonces por eso yo hice aquello. Puedes pasar años analizando lo
in-analizable. (Acabo de inventar el término).
Creo firmemente en la ley de causa y efecto, pero también en
las excepciones, y también en la libertad de decidir si quieres o no ser la
excepción. Ni tu ni yo quisimos serlo. Tu con tus razones y yo con las mías.
Ninguna quiso hacerlo así. Todo lo que agreguemos a eso, es cobardía.
Como somos tan diferentes, yo jamás tendré nada malo que
alegar. Mis recuerdos son todos buenos, los que no tanto, los fui desechando en
su momento. Como una conversación de chat que borras para no revivir la rabia
al re-leer. Tener todo siempre tan presente, solo ayuda a que vivamos con
rencor.
Cómo un consejo que salió de tu boca: “Deja de buscarle
defectos, ahí empezarás a quererlo”. Yo quise, quise mucho y los defectos
siempre eran parte de la esencia.
Gracias por tanto, porque aprendí mucho con un ejemplo como
el tuyo en mi vida. Gracias por lo lindo, que fue eso… fue tanto. Gracias por
las risas, los secretos, los sueños, los proyectos, lo que quisimos hacer y
tampoco terminamos… gracias por la imaginación. Gracias por tanta utopía. Todo
eso me hizo muy feliz.
Gracias por nada.
Porque eso es lo que resta después de sumar y restarlo todo. No quiero ser
una extraña cordial.
Prefiero una foto, quizá instantánea como nuestra historia,
que me haga recordar que duró lo que duró, porque así nos hizo felices a las
dos.
Entrega a quienes te hagan feliz, todos los tesoros de tu
corazón. Son miles. Yo los tuve en el mío por mucho tiempo.
"Solo tendrás tiempo para las cosas que realmente te interesan... y sólo tendrás excusas para lo que no te importa." Anónimo.
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