Hay días que la realidad nos dice: “Hola, aquí estoy! Voltea
y veme de vez en cuando, porque sino vas a seguir haciendo las cosas mal”, y en
ese momento te das cuenta una vez más del postgrado y máster que tienes en
tomar malas decisiones.
También es cierto que las malas decisiones solo traen
grandes historias. ¿Será esta una de ellas? ¿Habrá sido finalmente una mala
decisión? ¿Será equivocado realmente lo que se siente tan correcto?
Freud, dice algo que he pensado toda la mañana: recordar
para olvidar, o más bien es algo tipo… “Recordar es el mejor modo de olvidar”.
Discúlpame Freud, pero difiero.
Las cosas requieren tiempo. Uno no puede olvidarse de las
cosas recordándolas. La saciedad no existe. El olvido es subjetivo. La memoria
es desmemoriada. Y las realidades absolutas son pocas: me gusta, no me gusta,
lo quiero, no lo quiero, si, no, vamos, nos quedamos.
Este juego de palabras es el que vive tu mente mientras
estas recordando todo el día algo que quieres olvidar. Olvidar se consigue
sencillamente olvidando.
Tengo una pequeña historia:
Mario salió a pasear mientras esperaba que pasara el tiempo.
Se sentó, estuvo en el parque unas horas, quizá unos
minutos.
Siguió esperando.
¿Dónde estará el tiempo? Se preguntaba sin parar.
Quiero que pase el tiempo, decía rezongando.
¿Qué pasa que el tiempo no pasa? ¿Qué pasa? ¡Que alguien me
diga que es lo que pasa! Gritaba silenciosamente en su cabeza.
El tiempo, llegó.
- Mario, ¿por qué me esperas? Siempre he estado
aquí, ¿No te has dado cuenta?
El tiempo está, los recuerdos igual.
No me olvides recordándome. No me esperes que aquí estoy. No
me busques que no me fui, ni me perdí. Estuve aquí, sentada, esperándome, a tu
lado.
Así sucede todo. Pasa.
Lo más curioso, es que puedes olvidarte de mí, viéndome a los ojos.
¿Ves, Freud?
Volviste a no tener razón.
Comentarios
Publicar un comentario